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"¡Dios mío, un asteroide!" ¿Al búnker o a la iglesia?

¿Alguien pidió Apocalipsis con extra fe?

Imagina un día cualquiera. Estás deslizando el dedo por Instagram, quejándote del tráfico o intentando ganar una partida de Fortnite. De repente, un titular en letras mayúsculas inunda tu pantalla: “¡Asteroide en curso de colisión: posible impacto en 2032!”.

En efecto, en 2032, el asteroide “2024 YR4” podría pasar “cerca” de la Tierra. ¿Qué tan cerca? Lo suficiente como para que los titulares griten “¡Impacto inminente!”, y los más devotos desempolven el rosario... y el casco. Se habla de la posibilidad de que impacte la Luna y los astrónomos aseguran que el riesgo de colisión con la Tierra es improbable.

Eso no ha impedido que muchos ya estén preparando sus mochilas del fin del mundo. ¿Su primera reacción? Un rápido cálculo mental de cuántos rollos de papel higiénico necesitarían para sobrevivir al apocalipsis. ¿Pero cómo debería reaccionar un cristiano ante tales sustos astronómicos? ¿Pánico? ¿Oración? ¿O ambas cosas?


Ego planetario, humildad cósmica

Durante milenios, nos paseamos por el planeta con la convicción de que éramos el ombligo del cosmos. Ptolomeo, allá por el siglo II, sentó las bases de un universo geocéntrico con el planeta Tierra como protagonista absoluto. ¿Quién no se sentiría especial siendo el centro de la fiesta?

Pero entonces llegó Copérnico con su heliocéntrica propuesta: nuestro ego planetario recibió el primer gran golpe. De repente, éramos solo un puntito azul girando alrededor de una estrella más... entre billones. Como dice el Salmo 8,3-4: “Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has formado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre, para que lo visites?”.

Un asteroide, mis queridos, es solo un aviso cósmico extra de que no somos el centro del universo. En otras palabras: sí, somos valiosos ante Dios, pero no tanto como para que todo el universo gire en torno a nuestras preocupaciones por el wifi o por el trending de TikTok.

La historia está llena de ejemplos de cómo nos hemos enfrentado a la inmensidad con una mezcla de pánico y, a veces, con una fe inquebrantable. Pensemos en la Peste Negra del siglo XIV, un evento que diezmó Europa e hizo que la gente, en su desesperación, se volcara a la oración y a las procesiones. O, más recientemente, la pandemia del COVID-19, que nos hizo sentir frágiles y conectados a la vez, obligándonos a reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad.

La cercanía de un asteroide a la Tierra, o bien a la Luna, como el caso del “99942 Apofis”, y, más recientemente del “2024 YR4”, nos da una excusa perfecta para reírnos de nuestras propias reacciones y, al mismo tiempo, enfocarnos en las prioridades.


"¡Un asteroide!", y a seguidas el pánico

No es la primera vez que la humanidad cree que se avecina el fin del mundo. En el año 999, los cristianos europeos entraron en pánico porque el nuevo milenio parecía el momento ideal para que Cristo regresara. Hubo confesiones masivas, limosnas de último minuto y mucha gente mirando al cielo en espera de fuegos artificiales que no llegaron… hasta el 14 de julio en la Torre Eiffel, siglos después.

Hoy en día, la reacción cambia de incienso a Internet. Hay quienes abren canales de YouTube proféticos y otros que simplemente dicen: “Lo que tenga que pasar, que pase. Pero que no me pille viendo memes”.

En el momento actual, imaginemos la reacción religiosa ante la noticia de que un asteroide impactaría la Tierra. Las iglesias, seguramente, se hubieran llenado más rápido que un concierto de Taylor Swift. Veríamos a feligreses que solo pisan la iglesia en bodas y bautizos, ahora de rodillas, implorando clemencia divina. Los rosarios se agotarían en las tiendas de artículos religiosos, y las redes sociales se inundarían de cadenas de oración virales. Ante la inminencia de un evento así, la primera reacción de muchos es mirar hacia arriba.

Pero la preparación más valiosa sería la interna. El arrepentimiento, la reconciliación, la búsqueda de un propósito. El asteroide nos invitaría a reflexionar sobre lo efímero de nuestra existencia y la importancia de vivir en gracia. Pues “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir” (Hebreos 13,14).

Es que, en momentos de crisis, la fe suele ser un ancla. Como nos recuerda Hebreos 10,24-25: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, y tanto más cuanto veis que el día se acerca”. El asteroide, aunque una amenaza, podría haber sido una oportunidad inesperada para fortalecer lazos comunitarios y espirituales.

Y sí, podemos orar. Y no, no debemos entrar en pánico. La Biblia está llena de llamados a la confianza. El propio Jesús dijo: “No se turbe su corazón. Crean en Dios y crean también en mí” (Juan 14,1). Si el asteroide cayera mañana, ¿estarías listo espiritualmente? Esa es una mejor pregunta que: ¿tengo suficientes latas de atún?

Y si no cae, mejor aún. Aprovecha para hacer las paces con Dios, con tu suegra y con tu historial de búsqueda.


¿Envía Dios los asteroides?

Surge la clásica pregunta: ¿Es Dios quien manda los asteroides? Bueno, si creemos en un Dios creador del universo, todo está bajo su control. Pero eso no significa que Él juegue a los dardos con planetas. “El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor” (Salmo 145,8). Los fenómenos naturales forman parte del orden creado. Y, a veces, ese orden incluye rocas espaciales con mala puntería.

La relación entre ciencia y religión, a menudo vista como un conflicto, en realidad nos ofrece perspectivas complementarias. La ciencia nos explica el "cómo" del universo, mientras que la religión nos invita a reflexionar sobre el "por qué" y el "para qué". La ciencia nos dice qué es un asteroide. La fe nos dice para qué vivimos si mañana uno nos borra del mapa. Ambas pueden convivir sin necesidad de romperse los telescopios mutuamente. Juan Pablo II lo dijo claramente: “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”.


Recursos recomendados

Para quienes quieran profundizar en la relación entre astronomía, fe y, tal vez, el fin de los tiempos, aquí van algunos recursos que pueden encontrar en Amazon o en otros sitios:

Libros:

  • “Ciencia y Teología” de John Polkinghorne – Un físico y teólogo que conecta ciencia y fe. (Disponible en español e inglés.) Explora la compatibilidad entre la fe cristiana y los descubrimientos científicos.

  • “The End” de Mark Hitchcock – Para quienes quieren entender el Apocalipsis sin perder la cabeza.

  • "Cosmos" de Carl Sagan. Un clásico para entender el universo desde una perspectiva científica (aunque no religiosa, es fundamental para apreciar la magnificencia de la creación).

Películas y/o documentales:

  • “The Universe” (serie documental en History Channel) – Para entender el espacio sin pánico.

  • "Deep Impact" o "Armageddon" (películas de ficción). Para ver cómo la humanidad se prepara (o no) ante una amenaza de asteroide.


¿Y si no cae? Mejor. Pero vive preparado

Tal vez 2032 llegue y el asteroide solo pase saludando a la Tierra y a la Luna. Tal vez no. Lo cierto es que estos momentos nos recuerdan algo esencial: la vida es frágil, y solo tiene sentido cuando se pone en manos de Dios.

De manera que ora. Vive bien. Ama a los tuyos. Y si vas a construir un búnker, asegúrate de que tenga buena señal de Internet... y un crucifijo.


¿Y tú? ¿Qué harías si supieras que un asteroide viene en camino? ¿Rezarías? ¿Llorarías? ¿Correrías a un búnker? ¿Por fin le dirías a esa persona especial lo que sientes? ¿O harías una fiesta con temática de Apocalipsis? Cuéntamelo en los comentarios.


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