Si Jesús cayera en Pisos Picados...
¿Podría construir un templo y amar a sus enemigos?
En los vastos y variados campos de batalla de Fortnite, donde la construcción rápida es tan crucial como una puntería certera, uno no puede evitar preguntarse: ¿qué lecciones de vida, o aun espirituales, podríamos extraer de este fenómeno global? Y más todavía, si una figura tan trascendente como Jesús de Nazaret se encontrara en medio de la crisis de Pisos Picados, ¿cómo aplicaría sus enseñanzas? La respuesta, sorprendentemente, podría estar más cerca de lo que pensamos: construyendo, orando y -obviamente- sobreviviendo, no por la fuerza, sino con un amor radical.
Fortnite, en esencia, es un juego de supervivencia. Noventa y nueve jugadores caen del autobús de batalla con un solo objetivo: ser el último en pie. Nos equipamos, recolectamos recursos, construimos fortificaciones y nos enfrentamos a otros jugadores. Esta dinámica, aunque lúdica, refleja ciertos aspectos de la vida misma: enfrentamos desafíos, buscamos recursos para nuestro sustento y, a menudo, nos sentimos en una constante lucha por "sobrevivir".
Pero, ¿y si miramos más allá del “battle royale” y consideramos el “evangelio” que podría surgir de él?
Construyendo para la Vida Eterna
En Fortnite, la habilidad de construir es fundamental. Un jugador experimentado puede levantar muros y rampas en segundos, creando refugios o ventajas tácticas. Esa capacidad de edificación no es meramente técnica; es una metáfora poderosa. En la fe católica, estamos llamados a construir, no solo estructuras físicas, también nuestras vidas sobre cimientos sólidos. Jesús dijo: "Todo el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca" (Mateo 7,24).
Imaginemos a Jesús aterrizando en Pisos Picados. En lugar de buscar el rifle más potente, quizá su primera acción sería construir. No un fortín para la defensa personal. Más bien una estructura simple, un lugar de encuentro, un "templo" efímero en medio de la confusión. Ese acto de construcción podría ser un símbolo de edificar relaciones, de crear comunidad, de levantar un espacio en el que la paz pueda arraigarse. Después de todo, el cristianismo ha sido siempre una religión de constructores, desde las primeras comunidades que se edificaron sobre la fe de los apóstoles hasta las catedrales góticas que se alzaron como himnos de piedra. Piensen en la tenacidad de los monjes medievales; no solo oraban, también cultivaban la tierra, copiaban manuscritos y, por supuesto, construían vastos monasterios que se convirtieron en centros de conocimiento y de civilización. Su labor de construcción no era para la guerra, sino para la prosperidad y la difusión de la fe.
Orando en el Ojo de la Tormenta
En el fragor de la batalla de Fortnite, con disparos por doquier y la tormenta cerrándose, la tensión es palpable. En esos momentos, la reacción instintiva es la acción frenética. Pero, ¿y si en medio de esa vorágine se diera espacio para la oración? En la tradición cristiana, la oración no es solo para momentos de calma: es especialmente para tiempos de tribulación. "Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión" (1 Tesalonicenses 5,16-18).
Jesús, aun en los momentos más difíciles de su vida, recurrió a la oración. Antes de su pasión, se retiró al Huerto de Getsemaní para orar, buscando la voluntad del Padre (Lucas 22,41-44). En Fortnite, la "tormenta" que se cierra constantemente podría simbolizar las dificultades y desafíos de la vida. En lugar de dejarnos consumir por el pánico, la oración nos ofrece una perspectiva diferente, una fortaleza interior que trasciende las circunstancias externas. No se trata de pedir ganar la partida, sino de encontrar la paz y la sabiduría para actuar según la voluntad divina, incluso cuando la zona se reduce y los enemigos acechan.
Pensemos en la historia de San Francisco de Asís. No era un guerrero en el sentido tradicional, pero enfrentó "batallas" espirituales y sociales. Su "arma" era la oración y un amor radical. En un tiempo de conflicto y desigualdad, Francisco construyó su propia "fortaleza" de fe a través de la simplicidad y de la compasión, orando constantemente y viviendo el Evangelio de manera literal.
Sobreviviendo con amor y no con violencia
Fortnite es, por definición, un juego de eliminación. Para sobrevivir, debes eliminar a tus oponentes. Sin embargo, si aplicamos las enseñanzas de Jesús, el concepto de supervivencia adquiere un matiz radicalmente distinto. Jesús no solamente predicó el amor, lo encarnó hasta sus últimas consecuencias, incluso frente a la hostilidad y la violencia. "Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen" (Mateo 5,44).
Si Jesús cayera en Pisos Picados, su supervivencia no se basaría en el número de "eliminaciones" que lograra; él pensaría en cómo transformar el campo de batalla en un espacio de encuentro y de reconciliación. Quizás, en lugar de disparar, ofrecería una mano de ayuda a un jugador caído, o compartiría sus recursos. Esa idea puede parecer absurda en el contexto de un juego de disparos, pero es precisamente en esa aparente "locura" que reside la fuerza del Evangelio.
Un ejemplo contemporáneo de esa "supervivencia por amor" lo vemos en figuras como el Padre Pedro Opeka en Madagascar. En lugar de huir de la extrema pobreza y desesperación, este sacerdote vicentino ha dedicado su vida a construir comunidades, escuelas y hogares para miles de personas, transformando vertederos en ciudades de esperanza. Su "supervivencia" no es individual, es colectiva: se basa en el amor al prójimo y en la construcción de un futuro digno para los más vulnerables.
La pregunta que subyace es: ¿cómo "ganar" la vida eterna, no eliminando a otros, sino amándolos hasta el extremo? La victoria, en el sentido cristiano, no es sobre los demás, sino sobre el pecado y el egoísmo en uno mismo. Es una victoria que se logra a través del servicio, la humildad y el amor incondicional.
El Evangelio según Fortnite, entonces, no es una nueva doctrina, es una invitación a reinterpretar nuestras experiencias cotidianas a la luz de la fe. Nos invita a construir no solo fortificaciones, también relaciones; a orar no solo en la calma, también en el fragor de la batalla; y a sobrevivir, no eliminando a los demás, antes bien amándolos incondicionalmente.
Y tú, ¿qué crees que haría Jesús si cayera en Pisos Picados? ¡Déjanos tus comentarios!
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