El yoga: ¿moda o herejía?
¿Es el yoga una moda, una herejía… o simplemente una forma bastante flexible de estirarse mientras intentas no parecer una galleta rota? Aunque algunos lo ven como una actividad sospechosa, la verdad es que miles de personas han mejorado su salud física y mental practicando yoga. Pero si eres cristiano, probablemente te has hecho esta pregunta:
¿Puedo practicar yoga sin perder la fe (o la espalda)?
La respuesta corta es sí, pero con discernimiento. Vamos por partes (y no como los yoguis en posición de loto).
Historia del yoga: más vieja que tu tatarabuelo (y que el mío)
El yoga no nació en TikTok ni con Gwyneth Paltrow, sino en la antigua India hace más de cinco mil años. Surgió como un camino espiritual hacia la iluminación, y aún hoy forma parte de religiones orientales como el hinduismo, el budismo y el jainismo.
Pero el yoga que ha conquistado gimnasios, estudios, apps y retiros wellness en occidente no es el mismo que usan los monjes para llegar al nirvana. Lo que la mayoría practica es una versión más “fitness”, basada en posturas físicas (asanas) del Hatha Yoga, sin invocaciones raras ni dioses con cabeza de elefante.
¿Qué tiene de bueno el yoga?
Mucho más que estirarse como chicle. Estos son algunos de los beneficios comprobados:
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Cura de lesiones de espalda: mejora la circulación, fortalece la zona lumbar y acelera la recuperación.
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Prevención: reduce el riesgo de futuras lesiones y mantiene tu cuerpo activo y funcional.
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Claridad mental y control del estrés: te ayuda a no gritarle al jefe (ni al tránsito).
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Conexión interior: no es místico, simplemente aprendes a escucharte y a entender tu cuerpo.
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Salud general: mejora la postura, tonifica, ayuda a los riñones (¡sí, también!) y mejora la calidad del sueño.
¿Y eso no es algo... peligroso espiritualmente?
Como católicos, tenemos que ser cuidadosos, sí, pero no paranoicos. La Iglesia no prohíbe el yoga en sí mismo, pero advierte sobre su contenido espiritual si se aleja del cristianismo o se mezcla con prácticas incompatibles con nuestra fe.
Como explicó el Papa Benedicto XVI (cuando aún era el cardenal Ratzinger), hay que evitar el sincretismo espiritual: es decir, nada de mezclar doctrinas como si fueran una ensalada. Podemos usar las posturas del yoga por sus beneficios físicos y mentales, pero sin adoptar filosofías contrarias al Evangelio.
Como dice San Pablo:
“Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1 Tesalonicenses 5,21).
¿Y qué dice la Biblia?
Aunque la Biblia no menciona el yoga (por razones geográficas evidentes), sí habla sobre:
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El cuidado del cuerpo: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” (1 Corintios 6,19).
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La paz interior y la meditación en Dios: “En la calma y la confianza está vuestra fuerza” (Isaías 30,15).
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La necesidad de discernimiento: “No os conforméis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente” (Romanos 12,2).
Guía para principiantes cristianos que quieren probar yoga sin apostatar
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Habla con tu médico antes de empezar, especialmente si tienes lesiones o problemas de salud.
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Investiga el tipo de yoga: elige clases sin elementos espirituales extraños.
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Asiste desde el primer día: así no te sientes como un pretzel acomplejado.
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Sé constante: una clase al mes no hace milagros.
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Puedes hacerlo en casa, pero asegúrate de aprender bien la técnica. Considera un profesor o una profesora, o cursos online seguros.
Dónde buscar (además de en la Biblia)
Si quieres profundizar en este tema sin volverte místico como un gurú de Instagram, aquí tienes recursos útiles y seguros:
📚 Libros:
Christian Yoga - Jean-Marie Déchanet (el monje que hizo yoga católico antes de que fuera pensable hacer eso)
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Quizá también quieras echar un vistazo a los trabajos de Francis Xavier Clooney (jesuita experto en diálogo interreligioso que ha investigado sobre el yoga y la espiritualidad jesuita)
¿Listo/a para estirarte sin perder el alma? Pues respira, relájate… ¡y no olvides discernir!
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