Salud espiritual
Cuando se habla de bienestar, todos piensan en cosas como "dormir ocho horas", "comer verduras", "hacer ejercicio" o "no pelearse con el jefe... otra vez". Pero hay un ingrediente del bienestar que no se vende en farmacias, no se inyecta ni se unta: la salud espiritual.
No estamos hablando de levitar ni de hablar en sánscrito. Tampoco hace falta que vivas en un monasterio tibetano o que repitas mantras mientras haces yoga con tu gato. La salud espiritual es simplemente eso que te da paz interior, propósito, conexión con algo más grande que tú… y, por cierto, no es Netflix.
¿Espiritualidad? ¿Eso no es lo mismo que religión?
Buena pregunta te acabas de hacer. Aunque muchos encuentran su espiritualidad en la religión (¡hola, católicos del mundo!), otros la descubren en la naturaleza, la música, el arte o incluso en los valores que los hacen levantarse por la mañana sin lanzar el despertador por la ventana.
Ser espiritual no es ser raro, es tener un cable conectado con lo profundo de tu ser (y no hablamos de cable HDMI).
“El corazón alegre embellece el rostro, pero el corazón dolido deprime el espíritu” (Proverbios 15,13).
El combo completo: cuerpo, mente y espíritu
Tu salud física, mental y espiritual forman un trío inseparable, como los tres mosqueteros, las tres Marías o los tres primeros minutos de la misa que todo el mundo se pierde por llegar tarde. Si uno de esos tres anda mal, los otros también cojean.
¿Has notado cómo la ansiedad te revuelve el estómago y te da dolor de cuello? Es porque no solo vivimos con el cuerpo: también sufrimos o sanamos con el alma. Y ahí entra la espiritualidad como medicina.
“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré” (Mateo 11,28).
Una historia que no es cuento
Durante la Segunda Guerra Mundial, el psiquiatra Viktor Frankl, prisionero en campos de concentración nazis, sobrevivió al horror no solo por su cuerpo, sino por su espíritu. En su libro El hombre en busca de sentido, Frankl cuenta cómo los que perdían la esperanza morían más rápido, mientras que quienes encontraban un propósito —aunque fuera solo recordar a un ser querido o escribir un libro— lograban resistir el infierno.
Eso ya lo sabía San Pablo. En medio de sus cárceles y palizas, seguía diciendo cosas como:
“Todo lo puedo en aquel que me fortalece” (Filipenses 4,13).
¿Qué puedes hacer por tu alma?
No necesitas una receta médica. Solo dedicar un rato diario a alimentar tu espíritu. Algunas ideas:
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Rezar (sí, hablar con Dios todavía está de moda)
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Leer la Biblia o libros que te inspiren
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Cantar (preferiblemente algo más que el jingle del supermercado)
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Hacer voluntariado
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Pasear por la naturaleza
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Meditar
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Ir a misa
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Hacer silencio (difícil, pero poderoso)
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Incluso hacer yoga o practicar deporte con sentido
Lo importante es que lo que hagas te acerque a la paz, la fe, la esperanza y el amor. Pues, ¿de qué sirve tener el cuerpo de gimnasio si el alma está en huelga?
“Que el mismo Dios de la paz los santifique plenamente; y que todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— sea conservado sin mancha” (1 Tesalonicenses 5,23).
¿Y los médicos qué?
Muchos médicos hoy saben que la salud espiritual influye en el tratamiento físico. Si tus creencias te están ayudando —o bloqueando— en tu proceso médico, ¡háblalo con tu doctor! Incluso pueden hacerte una evaluación espiritual (no te pinchan, no temas).
Y si el estrés te tiene en jaque por cuestiones del alma, busca ayuda: un sacerdote, un consejero espiritual, un terapeuta católico. Nadie dijo que había que cargar la cruz solo (ni sin guía GPS).
Dónde buscar (además de en la Biblia)
Aquí va una lista celestial de recursos para mejorar tu salud espiritual y tu bienestar:
📚 Libros
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El hombre en busca de sentido – Viktor Frankl (Disponible en español y en Amazon)
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La oración, oxígeno del creyente – Jacques Philippe
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La paz interior – Jacques Philippe
🎬 Película
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La Cabaña (The Shack) – Disponible en Amazon Prime
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