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Dios y el antihaitianismo

Cuando el prójimo es opcional

Además del plátano y del perico ripiao, a los dominicanos nos encanta discutir de historia como si todos hubiéramos estado en la Independencia con Duarte, sable en mano. Y dentro de esas discusiones siempre aparece el temita del antihaitianismo, con opiniones que van desde “es un sentimiento patriótico” hasta “es un pecado de primer grado”. Pero antes de que alguien me lance la piedra (y no precisamente la de David contra Goliat), vamos a analizar esto con Biblia en mano y un poquito de historia.


"Al extranjero que habite entre ustedes lo considerarán como nacido entre ustedes. Lo amarás como a ti mismo". (Fotografía de R Nau en Pixabay.)


Cuando el “Ama a tu prójimo” tiene un asterisco

Jesús fue bastante enfático cuando dijo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12,31). No dijo “excepto si vive del otro lado de la frontera”, ¿verdad que no? De hecho, la Biblia está llena de citas sobre tratar bien a los extranjeros: “Al extranjero que habite entre ustedes lo considerarán como nacido entre ustedes. Lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fueron ustedes en Egipto” (Levítico 19,34). 

Es decir, si Israel, con todo y sus historias de guerras y conquistas, tenía esa ley, ¿qué nos hace pensar que nosotros podemos ignorarla solo porque nos “cae mal” lo que hizo Boyer hace 200 años?

Historia con sazón dominicano

Obviamente, no podemos negar que nuestra relación con Haití ha sido como una telenovela de las que ponen a las 9 de la noche: intrigas, traiciones, amores imposibles y batallas de independencia. Desde la ocupación haitiana (1822-1844) hasta la Guerra de la Restauración (1863-1865), ha habido razones históricas para que algunos dominicanos vean a Haití con recelo. Pero, ¿qué tan cristiano es cargar con ese resentimiento durante generaciones?

Si aplicáramos la misma lógica a otras cosas, ¡todavía estaríamos enojados con los españoles por la colonización! Y, sin embargo, bien que nos damos nuestro viajecito a Madrid sin problemas.

También estaríamos echándole pestes a Estados Unidos. Sí, el mismo Estados Unidos que decidió tomar las riendas de República Dominicana por ocho años seguidos (1916-1924), como ese tío entrometido que llega de visita y no se va ni con indirectas. Y, aunque por fin se marchó, volvió durante año y medio (abril de 1965-septiembre de 1966), porque aparentemente extrañaba el sancocho. ¿Y cuál ha sido la gran venganza dominicana? Convertir a Estados Unidos en su segunda casa, con casi millón y medio de dominicanos allá, aplatanando el Bronx, Miami y todo lo que se atraviese. ¡Quién diría que al final el que terminó “ocupado” fue el imperio!

Patriotas, pero no fariseos

Defender la soberanía es una cosa, pero confundir patriotismo con odios y con prejuicios es otra muy distinta. Jesús tuvo que lidiar con un grupo muy patriótico en su tiempo: los fariseos. Ellos amaban tanto su identidad que despreciaban a los samaritanos, a los romanos y a todo el que no encajara en su visión de pueblo elegido. Pero Jesús, en uno de sus famosos giros argumentales, hizo que el héroe de su famosa parábola fuera... nada más y nada menos que... ¡un samaritano! (Lucas 10,25-37).

Es como si en la actualidad Jesús contara la “Parábola del buen haitiano”, donde un dominicano en apuros es ayudado por un haitiano desinteresadamente. ¡Imagínate la indignación de algunos!

La frontera entre la fe y el prejuicio

Dicho todo esto, no significa que ignoremos los desafíos migratorios ni que renunciemos a nuestro derecho a proteger nuestras leyes y nuestra cultura. Pero una cosa es aplicar la ley con justicia y otra es dejarse llevar por prejuicios que simplemente nos alejan del Evangelio.

Pues, cuando llegue el Juicio Final, dudo mucho que San Pedro nos pregunte: “¿Eras buen dominicano?”, pero sí nos preguntará: “¿Amabas a tu prójimo?”. Y mejor que nuestra respuesta no sea: “Depende...”.


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