Orar con distracciones

Cuando en medio del Padrenuestro te acuerdas de la lista del súper...

¿Alguna vez has tenido la siguiente experiencia? Estás en la iglesia. Tienes toda la intención de hacer una oración profunda y, de repente... “Danos hoy nuestro pan de cada día” te recuerda que olvidaste comprar el pan. Y ya que estás en eso, también faltan los huevos, la leche y -espera un momento-... ¿cerraste el gas en casa?

Y, de repente, “Danos hoy nuestro pan de cada día” te recuerda que olvidaste comprar el pan. (Fotografía de Saeed Isavy en Pixabay.)

La lucha es real. La oración debería ser un momento de conexión con Dios, pero muchas veces parece un campo de batalla contra nuestras propias distracciones. Y no nos ocurre solamente a nosotros. Aun los santos enfrentaron sus propias dificultades para concentrarse en la oración.

Santa Teresa de Ávila, por ejemplo, confesó que a veces, mientras rezaba, se ponía a pensar en qué iba a cenar o si su hábito combinaba bien. En una ocasión sorprendió a una monja con la mente en la luna durante la oración y, en lugar de reprenderla, le dijo con picardía: “Si las distracciones dieran medallas, ya seríamos campeonas”. La moraleja aquí es que, si bien la oración es fundamental -por supuesto-, un poco de sentido del humor nunca está de más.

Jesús nos aconseja sobre la oración con intención: “Cuando ustedes oren, no hablen mucho, como lo hacen los paganos, que se imaginan que por hablar mucho serán escuchados” (Mateo 6,7). Es decir, no se trata de llenar la oración de palabras, sino de poner el corazón en lo que decimos (y, de paso, no llenar la mente con la lista del supermercado).

Orar sin que se rompa la conversación con Dios

¿Qué hacemos cuando, en medio de una oración, nuestra mente se convierte en un feed de redes sociales lleno de pensamientos aleatorios? Veamos algunos trucos para orar sin perder el hilo:

1. Anota tus pendientes antes de orar. Si tu cerebro insiste en recordarte que debes comprar aguacates justo cuando dices “perdona nuestras ofensas”, escríbelo antes y dale paz a tu mente.
2. Ora en voz alta. A veces, escuchar nuestras propias palabras nos ayuda a concentrarnos mejor y a evitar que la mente haga scrolling en cosas mundanas.
3. Usa una imagen o un crucifijo. Fijar la vista en algo relacionado con la fe puede evitar que tus ojos se pierdan en las musarañas y que tu mente se vaya con ellos.
4. Haz pausas intencionales. Si notas que te fuiste a otro planeta mentalmente, en lugar de frustrarte, vuelve con calma y retoma la oración desde donde te perdiste.

Recuerda que Dios no se molesta si te distraes. Si alguien tiene paciencia infinita es Él. Lo importante es regresar siempre a la conversación.

Por lo dicho, cuando estés en plena oración y tu mente te traicione con la lista de compras, nada más sonríe, respira y sigue. Que Dios no mide la calidad de tu oración por la ausencia de distracciones, sino por la intención con la que regresas a Él una y otra vez.